15 nov 2015

~SMILE: Yuki-chan's Life~ Capítulo 3

El tercer capítulo por fin. Espero que os guste.

No olvidéis marcar "Me gusta" o "No me gusta", votar en las encuestas y dar vuestra opinión en los comentarios. Y recordad recomendar esta historia si os gusta a otras personas que pensáis que la pueden disfrutar.





~Capítulo 3: Yo te protejo~

Rei llamó al timbre. Nadie respondía, así que sacó sus llaves y abrió la puerta despacio.
—Con permiso~.
Pero parecía no haber nadie.
—¿Sora-kun?
El hombre entró dentro del apartamento y se asomó al cuarto de Sora. El chico estaba sentado frente al escritorio con los auriculares puestos. Al notar movimiento, se giró hacia Rei, que lo saludó con la mano.
—¡Ah, Rei! —exclamó el joven quitándose los cascos con una sonrisa dulce de las suyas.
—Veo que ya estás mejor —dijo él.
—¡Muchísimo mejor! Sigo con tos, pero parece que ya no me va a dar fiebre alta.
—Me alegro de que estés tan enérgico como siempre.
Rei se sentó en la cama de Sora y éste giró la silla para hablarle de frente.
—¿Minori-san ha venido a verte? —preguntó Rei muy serio mientras una gata gris atigrada se ponía sobre sus rodillas.
El joven apartó la mirada.
—No, no ha venido en todo lo que llevo enfermo. Sólo habéis venido Sano y tú. Y Sano sólo para dejarme los apuntes.
Rei lo miró seriamente.
—¿Estás seguro de que quieres seguir con ella? —preguntó.
Sora no respondió. Se limitó a bajar la mirada. Su relación con Minori era complicada. No quería agobiarla. Y si bien era cierto que la quería, él poco podría reprocharle nada estando enamorado de otra persona. Claro que esto ella tampoco lo sabía.
Rei suspiró. La incomodidad del muchacho era palpable, por lo que decidió cambiar de tema:
—¿Qué estabas haciendo ahora mismo? ¿Qué escuchabas?
—¿Eh? ¡Ah! Ahora mismo estaba escuchando unos acordes. Quiero aprender a tocar esta melodía con la guitarra.
El chico puso la melodía para que Rei pudiera escucharla también. Se le veía tan contento en ese instante. Parecía mentira que cinco años atrás fuera un chico tétrico y sumamente antisocial. Lo único que conservaba de aquel entonces en su aspecto era la manía de vestirse de negro.
—¿Piensas aprender a tocarla sólo escuchándola?
—He estado escuchando muy atentamente y estoy seguro de poder hacerlo.
Rei suspiró.
—Saber tocar bien y aprender a tocar algo sólo escuchándolo son cosas diferentes.
—¡Pero yo puedo hacerlo!
El chico detuvo la melodía, sacó su guitarra del armario y empezó a tocar la misma melodía de momentos antes. Rei sonrió. Claro que podía. Se trataba de Sora. El mayor apartó la mirada y empezó a acariciar a la gata, escuchando con atención el sonido del instrumento. Pero entonces un ruido extraño y desagradable lo interrumpió. Rei hacia el joven y se lo encontró mirando desconcertado la cuerda rota, asimilando lo que acababa de pasar.
—¿Eh? ¡¿Eeeh?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué se ha roto?! ¡¡Arg!! ¡Mierda!
Rei empezó a reír.
—¡No te rías! —le gritó Sora—. Mierda, voy a buscar a ver si tengo por aquí.
—Yo ya me voy. —Rei puso la gata a un lado, se levantó y sonrió burlón al verlo desesperado buscando cuerdas nuevas para la guitarra—. En este cuarto tan desordenado vas a encontrar algo mañana.
—Cállate. ¡Arg! ¡Lárgate, ¿no habías quedado?!
—Ya me voy, ya me voy —dijo el mayor saliendo por la puerta—. Y mejórate.
Una vez salió del apartamento Rei le mandó un mensaje a Yuki. Habían intercambiado los números y los correos el segundo día que se vieron. Esta vez habían quedado para ir a la cafetería en la que comieron el día que se conocieron.

—¡Eh, Asakura! ¡Toma esto! —gritó alguien.
El borrador de la pizarra no tardó en llegar y golpear a la joven, que se había protegido la cara con ambos brazos. Se le quedó un rastro te tiza en su uniforme azul oscuro. Pero no reaccionó. Casi incluso parecía... ¿feliz? Sin quitar el hecho, claro está, de que mantenía su rostro inexpresivo.
Por más que trataran de molestarla y hacerle daño, ella no se inmutaba. La razón para ella era muy obvia: hacía dos semanas desde que había conocido a Rei. Encontrar un amigo en el que confiar había provocado grandes cambios en ella. Hacía tiempo que se había resignado a permanecer sola, pero parecía que ya no tendría que hacerlo. Eso era peligroso, puesto que a lo mejor se estaba precipitando y él podría acabar traicionándola en los próximos días. Pero quería arriesgarse.
Al salir miró el mensaje de Rei y se puso en marcha. Pensaba en lo divertido que era estar con él. Lo a gusto que se sentía. Era una sensación similar a...
Yuki se detuvo y dirigió su mirada a la casa frente a la que estaba. Su rostro inexpresivo se tornó triste. La echaba de menos. Muchísimo. Ya habían pasado dos años...
Apartó la mirada y caminó despacio hasta su casa. Otro mensaje de Rei le llegó, recordándole dónde la esperaría. Entonces se dio cuenta de que llegaría tarde si no se daba prisa y empezó a correr con todas sus fuerzas. Al llegar a su casa se metió directamente en la ducha... otra vez. Su madre y sus hermanos de nuevo quisieron llamar su atención, pero ella volvió a decirles que iba a salir y que no se podía entretener, lo que provocó el enfado de su hermana Hikari.
—¡Otra vez! ¿Pero con quién demonios sale tanto? —exclamó.
Se dejó caer en el sofá.
—Déjala, Hikari, nunca sale. Y parece que se ha arreglado con Kaori-chan —le dijo su madre.
—¡Pero yo tampoco salgo nunca y no me pasa nada! —se quejó.
—Tú sí sales. Con el club de atletismo. A todo esto, ¿no deberías estar estudiando?
—Emm... —Hikari trató de buscar una excusa.
—¡Vete arriba ahora mismo arriba a estudiar!
—¡Pero no quiero! ¡Va a empezar ahora un anime que quiero ver!
—¡Te pasas todo el día leyendo manga y viendo anime! ¡¿Y los estudios qué?! ¡No quiero ver que bajes del primer puesto como sigas así!
—¡Quedarse en el primer puesto no es difícil!
Yuki escuchaba desde la ducha los gritos de su madre y de su hermana. Imaginaba la escena: seguramente su madre le había quitado el mando y Hikari hacía todo lo posible por cogerlo.
Trato de arreglarse lo más rápido que pudo y salió por la puerta corriendo. Intentó acelerar el paso hasta la estación varias veces para llegar antes, pero siempre se veía obligada a caminar más despacio al no tener demasiada resistencia. El viaje en tren no tuvo demasiadas complicaciones. La chica sólo se dedicaba a mirar la hora una y otra vez en el móvil al ver que llegaba un poco tarde. La sorpresa no fue pequeña al encontrarse a Rei en la puerta de la estación mirando el móvil.
—Pensaba que me esperarías en la cafetería —dijo ella.
Rei sonrió guardando el teléfono en el bolsillo de la gabardina.
—Quise esperarte aquí. —Su sonrisa se desvaneció al ver el rostro serio de la joven—. ¿Quizá no querías?
Ella sacudió la cabeza efusivamente.
—No, no, está bien —respondió.
Él volvió a sonreír y le hizo un gesto con la cabeza.
—¿Nos vamos?
Los ojos de Yuki brillaron por un momento y asintió con la cabeza, avanzando junto a él.
De camino a la cafetería Rei la miraba con poco disimulo frunciendo el ceño y moviéndose de un lado a otro como si buscase algo. Hasta que finalmente se quedó pensativo y mirándola de reojo de vez en cuando.
—¿Qué pasa? —preguntó incómoda Yuki.
—¡Ah! Lo siento —se disculpó él—. Es sólo que no parece que estés a gusto conmigo.
—¿Eh?
—Es que... bueno... Nunca sonríes. Parece que vinieras obligada por mí.
Yuki negó con la cabeza rápidamente.
—¡Me gusta estar contigo!
—Quizá sea cosa mía, pero creo que jamás me has sonreído.
—No es por ti —afirmó—. Es sólo que... no se me da bien sonreír...
Rei quiso decir algo con respecto a eso, pero decidió callar, limitándose todo el trayecto hasta la cafetería a mirarla de reojo. De verdad había muchas palabras que se estaba guardando. Por suerte, se sintió menos tenso ante la situación al llegar al establecimiento y sentarse frente a la mesa. Yuki como siempre, no hablaba mucho, y él no pudo evitar sorprenderse cuando ella empezó una conversación:
—En... en menos de un mes es San Valentín... —Se le veía nerviosa y parecía un poco ruborizada.
Rei frunció el ceño y dejó por un momento de comer el pastel.
—¿Y qué pasa con eso?
—¿P-podría...? —Parecía que buscaba las palabras correctas—. ¡¿Podría darte chocolate?! —preguntó sonrojada.
Rei, que en ese momento iba a tragar un trozo de pastel, se atragantó y empezó a toser. Cuando por fin logró respirar, se limpió la boca con una servilleta y dijo:
—A ver, Asakura-san, espera un momento. ¿Cuánto nos llevamos?
—¿Eh? Doce años.
—Exacto. ¿No crees que sería raro que me dieras a chocolate en San Valentín? ¿No deberías dárselo a alguien más de tu edad?
—¡Es que no tengo ningún otro amigo al que dárselo! Y además, será sewa, no honmei.
—¡Eso no tiene nada que ver! —Rei lo reconocía, le resultaba violenta la idea—. ¿Tan importante es darle a alguien chocolate en San Valentín?
Yuki lo miró atentamente unos segundos y después bajó la cabeza. Parecía ¿triste? Era difícil saberlo con un semblante tan inexpresivo como el de ella.
—Está bien —aceptó finalmente—. Pensaré qué darte por el Día Blanco.
—¡Eso no es necesario!
—Claro que lo es —interrumpió él—. Tú me vas a dar chocolate, tendré que darte algo. Y además... quiero hacerlo.
Yuki asintió levemente y Rei empezó a comerse su pastel de nuevo.
—Oye, Himura-san.
—¿Hum?
—¿Por qué no tienes novia?
Él volvió a atragantarse.
Salieron de la cafetería y de nuevo el ambiente se tornó algo incómodo. Yuki seguía callada y Rei no sabía qué clase conversación sacar durante el paseo.
—¿Hay alguien que te guste, Asakura-san? —Él mismo se sorprendió de lo que había preguntado, pero es que no se le había ocurrido otra cosa mejor—. Ah, no tienes que responder.
Ella lo miró atentamente con sus enormes ojos bien abiertos y negó levemente con la cabeza.
—No, no me importa hacerlo. Hará un año que estaba enamorada de mi senpai, pero eso ya pasó —respondió agachando la cabeza.
—¿Qué pasó?
—Me rechazó.
Su respuesta fue tan firme que incluso sorprendió a Rei. Era claro el hecho de que lo había superado con creces. Casi parecía que... no le importaba.
—¿Y no hay nadie que te guste ahora?
Ella negó con la cabeza.
—¿Y cómo era ese chico? Tu senpai, digo.
—Bibliófilo.
¿Y ya está? ¿No había nada más que decir de él? Rei hizo un mohín de desilusión. La conversación iba a acabar ahí de eso estaba seguro.
La joven entonces se encogió. Parecía que le acababa de dar un escalofrío.
—¿Qué te pasa? —preguntó él.
—¿Eh? Nada, no es nada... —murmuró.
Sus manos temblorosas estaban entre rojas y moradas por el frío y ella más pálida de lo normal.
—¿Tienes frío?
—No, no es eso... ¿Qué haces?
Rei se quitó la bufanda y se la colocó a ella alrededor del cuello, encima de la suya, y se despojó de los guantes, poniéndoselos a ella.
—Te van a estar muy grandes, pero servirá mientras. ¡Venga, vamos! —agarró a Yuki de la mano y empezaron a correr.
—¡E-espera! ¡¿Adónde vamos?! —preguntó ella incapaz de seguir su ritmo.
—A por unos guantes para ti —respondió él girándose hacia atrás y sonriéndole.
—¿Eeeh? ¡Pero...!
Al girar una esquina, Rei se detuvo y Yuki se paró a respirar.
—Aquí es donde vivo —dijo él entonces—. Espera un momento aquí.
—¡¿Qué?! ¡No! ¡No me dejes sola! —exclamó.
—Sólo será un momento. Vuelvo enseguida —dijo esto ya corriendo hacia el bloque de apartamentos.
Yuki suspiró resignada y tragó saliva. No le dio tiempo a mirar a su alrededor cuando una mano le tapó la boca.
—Por fin solos, Yuki-chan —le dijo el dueño de la mano. Persona a la que Yuki conocía demasiado bien.
Todos los músculos de la chica se tensaron por el terror...
—¡Aquí estáis! —dijo Rei para sí mismo cogiendo los guantes con una sonrisa.
Pero entonces su sonrisa se borró y se le heló la sangre. Un grito femenino de una voz que conocía resonó en la calle. Entonces sus piernas empezaron a moverse solas. Tiró los guantes a un lado y bajó las escaleras a toda velocidad, saltando incluso varios peldaños a la vez con tal de llegar lo más rápido posible. Al salir al exterior, puso las manos en forma de bocina y gritó:
—¡Asakura-san! ¡Asakura-san!
Empezó a mirar a su alrededor y vio a varios chicos muy jóvenes vestidos de negro salir de un callejón. Uno de ellos en concreto parecía llevar algo que goteaba sangre. Y así era...
Rei fue directamente al callejón y se encontró una imagen que le hizo retorcerse por dentro. Yuki se levantaba del suelo. Su gorro en forma de orejas de gato estaba tirado a un lado y su cabello despeinado. Su rostro, siempre inexpresivo, esta vez estaba cubierto de lágrimas y reflejaba terror y dolor físico y emocional. Bajo ella había una enorme mancha escarlata que parecía provenir de su mano izquierda mezclándose con la nieve .
Rei en ese momento quería hacer dos cosas: salir corriendo tras esos hijos de puta y acudir en la ayuda de Yuki. Se decantó por lo segundo, pues aunque corriera tras ellos, no sabía a dónde habían ido.
—¿Quiénes eran esos? —preguntó.
—No lo sé, no los conozco.
Rei cada vez estaba más enfadado.
—¡¿Me estás tomando por imbécil?! —gritó—. He estado haciéndome el tonto todo este tiempo. Sé que hay alguien que te está haciendo daño y no me lo quieres contar. ¿Y sabes? Lo entiendo. Todavía soy un desconocido. ¡Pero lo que no voy a aguantar es que yo lo vea y me mientas!
Yuki lo miraba con los ojos abiertos como platos. Las lágrimas no tardaron en salir una tras otra. Bajó la cabeza y se tapó la boca con la mano limpia, intentando que sus sollozos fueran lo menos audibles posibles. Rei entonces la rodeó con sus brazos con suavidad. ¿Cómo podía reprocharle nada? Era culpa suya.
—Lo siento. No volveré a dejarte sola —susurró—. Vamos al hospital —dijo levantándose tras una pausa.
Ella lo agarró en desesperación de la gabardina.
—¡No! ¡Es sólo un arañazo!
—¿Y qué tiene que ver?
—¡Si vamos llamarán a mis padres! ¡No puedo contarles lo que ha pasado! ¡Y tú también estarás en problemas!
—Me arriesgaré —la agarró de la muñeca sana.
—¡Tú sí, pero yo no! ¡Yo soy la que esta herida, no tú!
—¡¿Y qué puedo hacer?! ¡Ha sido culpa mía!
—¡Entonces asume la responsabilidad!
Rei apretó los puños y tiró de la muñeca sana de la joven, haciendo que se levantara.
—¡Espera! ¡No! ¡No quiero ir al hospital!
—No vamos al hospital —afirmó—. Vamos a mi casa.
 El rostro lacrimoso de Yuki mostró entonces sorpresa. Se dejó guiar por él y dejó de oponer resistencia. El apartamento de Rei no era demasiado grande y tampoco tenía demasiadas cosas allí. Yuki se sentó en el suelo para quitarse las botas antes de entrar, pero Rei se adelantó y empezó él a quitárselas sin mirarla siquiera a los ojos.
—L-lo siento... Es que creo que es mejor que no hagas nada con esa mano —le señalo la muñeca ensangrentada.
Ella negó con la cabeza.
—Está bien. Apenas duele.
Rei sacó un botiquín de uno de los armarios.
—Destápate la herida —dijo sentándose en el suelo frente a ella.
La muchacha vaciló un momento. Tragó saliva y se remangó el jersey. Los ojos de Rei mostraron su completa sorpresa al ver que el corte de su muñeca no era el único.
—No me los he hecho yo —aclaró ella antes de él dijera algo.
Algunos ya habían cicatrizado hacía tiempo y otros se habían curado más recientemente. Él hizo una mueca. Sentía ganas de pegar a esos tipos.
—¿Me puedes contar qué ha pasado?
Ella se quedó en silencio, y eso a él le irritaba. Terminó de desinfectar la herida y la hemorragia se detuvo. Le puso una gasa con yodo y empezó a vendarle la muñeca.
—¿Puedes decirme al menos quiénes son esos tipos? ¿O por qué te han hecho esto?
Yuki contuvo las lágrimas. Quería llorar. Quería correr, gritar a toda voz. Quería terminar con todo su dolor. Había muchas cosas que quería hacer en ese momento. Pero también tenía claro lo que no quería: no quería preocupar a Rei, y sobre todo... No quería morir. Sabía que a pesar de lo que dijera... esa persona, había gente que sí la quería de verdad. Sus padres y sus hermanos la querían. Lo sabía.
—¿Me das un tiempo para contártelo? No me gusta hablar de este tema.
Él la miró con compasión. ¿Cuánto dolor albergaría el corazón de Yuki? Sin más, la abrazó.
—Esperaré. Sólo confía en mí, ¿de acuerdo?
Ella asintió dejando salir sus lágrimas con el rostro pegado al pecho de Rei y correspondió al abrazo.
—Himura-san —llamó.
—¿Hum?
—¿Puedo quedarme aquí esta noche?
Los ojos de Rei se abrieron por completo.
—Pero... ¿tú te estás oyendo?
—Sé lo que he dicho —afirmó ella—. Es que... —Trató de buscar cómo empezar— Es que no quiero regresar así a casa. Y menos... después de lo que ha pasado.
Rei comprendía a lo que se refería.
—¿Y qué vas a hacer mientras?
—¿Tienes lavadora?
La pregunta lo pilló por sorpresa.
—Pues... sí, ¿por qué?
—Entonces, si no te molesta, ¿puedo quedarme?
—Pero Asakura-san... ¿Tus padres no se preocuparían? Además, puedo meterme en problemas.
Yuki bajó la mirada. Rei empezaba a no poder soportar ver a la joven de esa manera. Sentía que el corazón se le rompía. Parecía una muñeca de porcelana capaz de quebrarse con el más mínimo roce. Y así quizá se sentía ella, como un juguete al que le daban demasiado uso para sólo divertirse.
—Esta bien —dijo él.
—¿De verdad?
—Sí.
—¿Puedo entonces lavar la ropa?
A Rei le pareció obvio, ya que estaba cubierta de sangre. Y seguramente esa sería una de las razones por las que no deseaba volver a su casa.
—¿Y qué te pondrás?
—Préstame una camiseta.

 Rei había puesto la lavadora con el jersey, el abrigo y las medias de Yuki. A pesar de que al principio le pareció bien, ahora pensaba que no podría haber sido una idea peor. La joven ahora sólo llevaba los pantalones cortos que había llevado todo el día y una camiseta enorme de él. Rei había buscando la más grande y larga que tenía por si también quería lavar los pantalones, pero afortunadamente no había sido así. Ella, por su parte, hablaba por teléfono.
—Kaori-chan —dijo con suavidad. ¿Cuándo dejaría de llamarla de esa manera?—. Necesito que hagas una cosa por mí. —Hizo una pausa—. Si mis padres llaman, diles que estoy allí.
Se hizo silencio al otro lado del teléfono. Y entonces Kaori habló.
¿Y por qué haría yo algo así?
Yuki no pudo evitar enfadarse.
—¡Es sólo un favor! ¿Tanto te cuesta hacer esto por mí? ¿No crees que me lo debes?
Kaori calló por un momento.
No creo que te deba nada, pero lo haré porque me das pena.
La furia se apoderó de Yuki.
—¡Vete a la mierda!
Y colgó. Respiró hondo. Tenía que aparentar serenidad ahora. Iba a llamar a sus padres.
—Mamá —dijo controlando el temblor de su voz—, voy a quedarme en casa de Kaori-chan, ¿puedo?
Claro que sí, mi vida. ¿Pero qué pasa con el pijama y lo demás?
—Los pijamas de Kaori-chan me están bien. Me va a prestar uno.
Está bien... Oye, Yuki.... ¿Te ha ocurrido algo?
Ahí estaba. Su madre siempre se daba cuenta de esas cosas, aunque Yuki últimamente había mejorado mucho en ocultarle las cosas tan horribles que le pasaban. No es que a Yuki le gustara mentir a su madre u ocultarle cosas. Era sólo que no quería preocuparla. Sus padres no soportaban verla como estaba, y ella no soportaba verlos así por su culpa. Así que había decidido ocultárselo.
—No, no ha pasado nada.
¿Seguro?
Otra vez...
—Sí, seguro.
Yuki tragó saliva esperando que la creyera.
Está bien. Llámanos si pasa algo, ¿de acuerdo?
—Sí.
Colgó el teléfono y fue tímidamente hacia donde estaba Rei.
—Ya llamé a casa. Dije que estoy en casa de Kaori-chan, y como mañana no hay clases, no se sorprendieron. También llamé a Kaori-chan para que me cubriese —dijo con voz suave.
—¿Kaori-chan es una amiga?
—Lo era —respondió sin mirarlo a los ojos.
Él decidió cambiar de tema, tratando de hacerla sentir mejor:
—¿Qué quieres cenar? No es que tenga gran cosa, así que no puedo hacer nada muy elaborado. Casi todo es ramen del instantáneo.
—Eso está bien.
—Oh, pero... —dijo mirando en los armarios de la cocina— todos los que tengo son picante.
—¡Está bien! ¡Me gusta la comida picante!
Rei frunció el ceño.
—¿En serio?
Ella asintió con efusividad. Por el aspecto de Yuki, parecía más bien una chica a la que le gustaba la comida dulce. En ningún momento hubiera esperado que esos labios sonrosados disfrutaran de la comida picante.
—Pensaba sinceramente que te gustaban las cosas más dulces.
—Dulces sólo puedo comer chocolate. Y quizá nata. Puede que algún dulce más. Como el helado.
Rei recordó que Yuki siempre pedía cosas saladas y a veces amargas. Había descubierto que le gustaba el café, pero no solía echarle mucha azúcar, lo cual tenía sentido si era como ella decía.
Durante la cena Rei trató de buscarle conversación, pero ella daba siempre respuestas cortas. Quizá se debía a que cuando estaba cenando prefería no hablar demasiado, o quizá era simplemente porque formaba parte de su carácter. Rei intentó no sentirse molesto por ello. Sabía que debía sentirse bien con él si había querido quedarse en su casa a pesar de todo. La hora de dormir llegó después y Rei sacó un futón del armario.
—¿Dónde vas a dormir tú? —preguntó Yuki.
—Sólo tengo un futón, así que supongo que en el tatami —respondió él, y sospechando lo que ella iba a decir, se adelantó:— Y no vayas a decir que tú vas a dormir en el suelo, porque no lo vas a hacer.
La discusión se prolongó un poco más de lo debido, y al final terminó por ganar Rei, así que Yuki se acostó en el futón a regañadientes. Para su sorpresa, Rei se sentó junto al futón y le agarró la mano.
—Apuesto que tendrás pesadillas con lo que ha pasado hoy, así que duérmete, que yo no me iré de aquí en toda la noche. Yo te protejo.
Él mismo sabía que era una excusa barata, en realidad lo estaba haciendo por placer propio. Pero ella se sentía tan cómoda y tan tranquila a su lado... Por ello no tardó en quedarse dormida.
Con la llegada de la mañana, Rei se despertó. Estaba sentado junto a la pequeña Yuki sujetando su mano. Le acarició levemente la cabeza, aunque en realidad quería hacer mucho más. Después se preparó para ir a trabajar.
Cuando Yuki se despertó, Rei ya se había ido. Le había dejado una nota diciéndole que el desayuno y el almuerzo los tenía en la nevera y que la ropa ya estaba lavada y seca (de la secadora). Yuki se puso su ropa y comió lo que el hombre le había preparado, y mientras esperaba que él llegase del trabajo para que la acompañase a su casa, se puso a leer varios libros y tomos de manga que Rei tenía fuera. Parecía que era un lector bastante activo, aunque Yuki no sabía de dónde podría sacar el tiempo entre el tema del trabajo y ella misma. Pero si él no le había dicho que era una molestia, ella tampoco iba a pensarlo. De vez en cuando encendía el televisor, pero no había nada interesante, así que siguió con la lectura. Una de las cosas que le llamaban la atención a Yuki era la cantidad de manga shoujo y josei que tenía Rei. Era realmente sorprendente.
Entre tanta lectura, Rei no tardó mucho.
—¿Quieres que te lleve a casa? —preguntó él al llegar.
Ella asintió. Pero se quedó un poco más, hablando con él. Llegado un momento se pusieron en marcha en dirección a la estación. Esta vez Rei también la acompañaría hasta su casa de nuevo.


Sora se encontraba en supermercado de 24 horas. Había cosas que le hacían falta para la cena. Era un cocinero excelente, y como ya se sentía mucho mejor de su neumonía, había decidido aventurarse a salir. Pero de nuevo no se había abrigado demasiado. No llevaba bufanda, ni guantes, ni gorro. Ni nada aparte de su camiseta negra de mangas cortas debajo de su chaqueta de cuero del mismo color.
Aunque en un principio sólo iba a comprar cosas para la cena, el muy goloso había cogido también un bote de miel y varios pastelitos. ¡Adoraba los dulces!
—¿Lo llevo todo? —se preguntó a sí mismo en voz alta justo antes de salir por la puerta.
Abrió la bolsa e hizo recuento de lo que necesitaba. Al ver que sí estaba todo, cerró la bolsa, y al levantar la mirada vio a su amigo Rei junto a una chica muy bajita con el cabello cortado como un chico recogiéndose el flequillo con dos horquillas hacia un lado. ¿Era la chica de la que hablaba Rei todo el tiempo? ¿La chica que había conocido hacía poco? Se quedó paralizado con los ojos completamente abiertos mirándola a ella, y cuando pasaron de largo del supermercado, Sora salió corriendo al exterior y observó cómo se alejaban.
—No puede ser... ¿Ésa es... Yuki-chan?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios ayudan a mejorar las historias y se agradecen mucho :)