Por otro lado, siento la tardanza he tenido muchos problemas, y fiebre también, así que aquí os lo dejo ya de una vez.
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[Parte 1]
Rei Himura tenía
veinte años cuando pasó esto. Trabajaba como repartidor de comida a
domicilio en un restaurante, y aunque no ganaba mucho, le bastaba, ya
que vivía solo.
Era
un chico alto, de más de metro noventa, ancho de espaldas. Y ya fuera
por esto, o por su extraño color de ojos (un verde muy llamativo),
llamaba la atención. No es que fuera especialmente guapo, pues su cara
era bastante normal, pero sabía sacar partido a lo que tenía, y se
cuidaba.
Él nunca
hubiera esperado ser como era entonces, y si cinco años atrás le
hubieran preguntado si él era de los que acostaban con cualquier mujer
que se le insinuase aunque fuera un poco, lo hubiera negado
rotundamente, e incluso se hubiera escandalizado. Quién hubiera dicho
que un año después, tras un desafortunado incidente ocurrido con una
compañera de la que estaba enamorado, que terminó con un muchacho con la
cara desfigurada por los puños de Rei, lo haría cambiar tanto de
opinión. El amor no lo había hecho una buena persona. Al contrario. Lo
había llevado a cometer algunos de los mayores errores de su vida.
Empezó a pensar que todas las mujeres eran así. Que buscaban el sexo y
el placer carnal en vez de sentimientos reales. Que los sentimientos
reales se los llevaban los grandes hijos de puta que no merecían la
pena.
Qué
soberbio de su parte. ¿Él acaso merecía la pena? Después de aquel
incidente, no. Y él lo sabía. Sin embargo, y a pesar de que se había
convertido en un ser sumamente promiscuo, él no tonteaba con una mujer
si ella no tonteaba con él. Si ella se le insinuaba, siempre iba directo
al grano: si iba a enamorarse de él, mejor que parase. Él no quería
eso. Él sólo quería obtener placer sexual, pero en el fondo era una
buena persona y no quería hacer daño a nadie.
No
le importaba si se trataba de una mujer casada. Él no tenía nada que
ver. Él sólo era un amante en la cama, y fuera de ella no era nada. Eso
era algo que se proponía a dejar claro antes de poner el dedo sobre
alguna mujer.
Con
las que sí que no se acostaba, era con mujeres vírgenes. No, con esas
sí que no. Podía ser usado para el placer sexual, pero no para perder la
virginidad. Se negaba por completo a eso, puesto que ya le pasó
anteriormente.
Y
así Rei, había cambiado. El haber estado enamorado lo estaba llevando a
su perdición. Había perdido toda la confianza en las mujeres.
El muchacho se asomó por la ventana, y al ver que estaba lloviendo a cántaros, decidió coger un paraguas para salir. «Hoy sale la revista;»
pensó «debo darme prisa en llegar a la librería». Pero al abrir la
puerta, se encontró con algo que no contaba: una chica, quizá de unos
trece años como mucho, que estaba encogida sobre sí misma, completamente
empapada con un vestido grueso y unos leggins que le tapaban las
piernas. Estaba claro que la lluvia le había pillado por sorpresa y que
no le había dado tiempo de llegar a su casa. Estaba refugiándose de la
lluvia. El joven se quedó mirando mirando fijamente a la chica y se
sorprendió cuando ella le señaló con el dedo y gritó:
— ¡Un gigante!
— ¿Eh?
La chica estornudó fuertemente tapándose la nariz con un pañuelo.
— Qué estornudo más exagerado —susurró Rei.
«¿Cómo
hemos llegado a esto» pensó. «¿Y por qué la meto en mi casa?» suspiró
«Mi debilidad por ayudar a las personas en problemas, supongo».
— Si tú te hubieras pasado varias horas bajo la... —La chica volvió a estornudar.
— ¡Aaaarg! ¡Me estás mojando el tatami con la ropa! —gritó él.
— Pues dame algo que me pueda poner mientras se seca —dijo la chica medio llorosa.
—
¡No tengo ropa de mujer! —La chica empezó a llorar y a susurrar que
tenía frío, así que el chico gritó:— ¡Vale, vale! ¡Está bien!
Se fue a su armario murmurando irritado y sacó una toalla y una camiseta.
— Toma, ponte esto.
— Me está grande —dijo la chica sollozando.
— ¡No tengo nada más!
— ¿Y para la parte baja?
—
¡Toma! —El chico sacó unos pantalones viejos, irritado. Se levantó y
volvió a coger el paraguas para salir fuera—. Voy a salir, quédate aquí y
quietecita.
— ¿Cómo voy a ponerme esto? Necesitaré algo que lo sujete o se me caerá.
Rei, muy molesto, sacó una cinta roja del armario.
— Usa esto como tirantes; ahora déjame. Voy a salir a comprar algo. NO toques nada, ¿entendido?
— Síii —respondió ella suspirando.
Cuando
Rei llegó a su casa de nuevo, todo era un caos. La chica había sacado
todo lo que había podido de los armarios, y rebuscaba entre las cajas.
El muchacho, aun más irritado que antes, avanzó casi echando humo hasta
ella, que estaba perpleja ante el sostén de encaje rosa que acababa de
encontrar. Él se lo quitó de las manos de mala manera.
— ¿Qué haces tocando las cosas de los demás? —le preguntó.
— Dijiste que no tenías ropa de mujer —susurró ella.
— Y no tengo —respondió el muchacho de forma grosera—. Esto es de alguna de mis amantes que se lo dejó aquí la última vez.
— De una de tus...
— Tengo muchas.
— Ah...
— ¿Qué? ¿Hay algo de malo?
— Supongo que mientras ellas estén de acuerdo está bien.
— Sólo sexo sin compromiso. Claro que está bien.
Ella se quedó pensativa.
— Y entonces... ¿qué es esto? —le dijo ella mostrando uno de los tomos hentai del muchacho.
— ¡Gyaah! —Él se sonrojó. Y por acto reflejo le quitó el tomo nada más verlo—. ¡Esto no es para niños!
Ella sorprendida por la rapidez en la que le había quitado el librito, tardó un poco más en reaccionar, y gritó:
— ¿Para niños? ¡Pero si debemos tener casi la misma edad!
— ¿Ah? ¿Cuántos años crees que tengo? ¿Doce? —exclamó.
Ella,
ofendida hinchó los mofletes y cogió su monedero (el cual lo había
sacado del bolsillo de su vestido mientras esperaba que se secara), sacó
su carné de identidad y se lo mostró al muchacho:
—
Yumeko Ashiya. —Empezó a leer—. Nacida el 13 de abril de... —Se detuvo.
La miró de reojo—. Bueno, vale, tienes dieciocho, ¿y? Parece que tienes
trece si acaso, y aparte te comportas como una cría de tal edad.
— De todas formas no soy una niña.
— En cualquier caso, vas a recoger todo esto, y a irte en cuanto se te seque la ropa.
Ella bajó la mirada hinchando las mejillas, algo enfadada.
La noche acabó por llegar y la tormenta no escampaba. Yumeko se quedó mirando por la ventana suspirando.
— Eh, tu camisón y tus pantalones de pijama ya están secos —le dijo Rei, quien deseaba que se fuera ya.
— ¡Es un vestido y unos leggins!
— ¿A quién le importa? Ponte tu ropa y vete.
Yumeko
miró por la ventana una vez más y cogió la ropa y se metió en el baño a
ponérsela. Cuando estuvo vestida, el propio Rei le abrió la puerta y le
regaló un paraguas, pero en cuanto cerró la puerta tras la chica, la
escuchó estornudar de nuevo. Cosa que hizo que se pensara mejor echarla
del apartamento en ese instante. Volvió a abrir la puerta, esperando que
ella no se hubiera ido aún. Por suerte se la encontró a punto de bajar
las escaleras.
— Ashiya-san, espera —dijo él yendo hacia ella—. Quédate aquí un poco más.
— ¿Por qué? —preguntó ella sin mirarlo.
—
No puedo hacerte esto. Está lloviendo mucho. Aunque lleves un paraguas,
te mojarías. Quédate a pasar la noche, si quieres. O llama a tus padres
para que vengan por ti, yo te dejo mi móvil.
— Ah, no, mis padres no están en el país.
— ¿Cómo? —el chico estaba atónito.
— Entonces... —susurró ella tímidamente— ¿puedo dormir aquí hoy?
— Sí.
— ¿No seré molestia?
— Si te vas mañana antes de que yo llegue del trabajo, no.
— ¿Por qué? ¿Traerás a alguna de tus amantes?
— Posiblemente.
Ella se quedó pensativa, y dijo sin más:
— Entonces no.
— ¿Por qué? —Él estaba sorprendido.
— Porque no —ella se giró y sintió cómo alguien le tiraba del cuello del vestido hacia atrás.
—
No tengo tanta sangre fría como para dejarte ir con esta tormenta.
Seguro que saldrías volando. ¿Cuánto debes pesar? ¿Cuarenta kilos? El
viento te arrastraría.
—
¿Me acabas de llamar diminuta? —gritó ella ofendida. Y sin previo
aviso, cogió a la pequeña en brazos, quien enseguida empezó a patalear y
a golpearle con el paraguas para que la soltara—. Eh, bájame. Gigante,
suéltame.
— No soy un gigante —respondió, molesto.
La soltó dentro del apartamento cerrando la puerta tras él.
— ¡Que sepas que esto se llama secuestro!
— ¿Ah, sí? Pues llama a la policía —le dijo lanzándole su móvil, el cual ella cogió en el aire.
«¿Realmente
estaba preocupado este chico porque yo saliera en mitad de la
tormenta?» pensó Yumeko. Dejó el móvil a un lado y siguió al muchacho,
quien sacaba en el dormitorio un futón del armario.
— Dormirás aquí —le dijo él.
— ¿Qué? ¡No! ¡Ni hablar! —Rei se le quedó mirando—. Un futón mancillado, no, gracias.
— ¡No está mancillado! —respondió el chico, molesto—. ¿Prefieres dormir en el tatami?
— ¡Pues sí!
— ¡Estás loca! Dormirás ahí y punto.
Ella
volvió a hinchar los mofletes, molesta. El chico iba a cerrar la puerta
tras él y a dejarla sola en el dormitorio cuando ella lo detuvo.
— ¡Aún no sé tu nombre! —exclamó—. ¿Cómo te llamas?
— ¿Um? —El muchacho estaba perplejo—. ¿No te lo he dicho? Me llamo Rei Himura. Ahora vete a dormir. —Y cerró la puerta.
— ¡Rei-chan! —La oyó gritar.
En
cuanto escuchó las confianzas que se tomaba para llamarlo por su
nombre, el joven no pudo evitar molestarse. Abrió la puerta de golpe,
enfadado.
— ¿Qué? —le gritó.
— Gracias —susurró ella, y le sonrió dulcemente.
El
rubor tiñó las mejillas de Rei de repente, y apartando la cara,
asintió, cerrando la puerta. «Es una chica extraña tanto físicamente
como en comportamiento, pero de alguna forma, puede resultar ser muy
linda» pensó. «Si fuera así siempre, sería una pena que a partir de
mañana no vaya a volver a verla» se dijo.
A
la mañana siguiente, Rei le dijo a Yumeko que se acordase de irse antes
de que él regresara del trabajo. La sorpresa fue que cuando él regresó
con una de sus compañeras de trabajo con la que se acostaba
habitualmente, ella seguía allí, leyendo uno de los tomos de manga del
chico.
— Bienvenido Rei-chan —dijo sonriente, mientras que la compañera de trabajo de Rei estaba atónita.
— ¿Qué haces aquí? ¡Te dije que te fueras antes de que volviese del trabajo! ¿Y qué haces con mis cosas? —le gritó más irritado.
— Pero es que no tenía ganas de irme —respondió resoplando.
— Un momento, Himura-chan, ¿quién es esta chica? —preguntó la compañera.
— Es una...
— Su novia —mintió.
— ¡No mientas! —gritó él.
— ¿Cómo? ¡Dijiste que no querías nada de compromiso!
— ¡Y no lo quiero!
— ¡Así que has estado mintiendo todo este tiempo!
—
¡Que no! ¡Keiko, espera! —Ya era tarde, la chica se había ido—.
¡Ashiya! ¡Qué haces mintiendo! ¡Te conozco de hace sólo un día! —le
gritó.
Ella, de nuevo, y como una extraña costumbre suya se quedó pensativa un momento antes de responder.
— Pensé que sería divertido —contestó sin rodeos.
— ¡Aaarg! ¡Venga! ¡Te acompaño hasta tu casa! ¡Pero vete ya!
Ella se levantó, se sacudió el vestido y se puso los zapatos.
— Vamos —dijo ella.
— Sí, vamos porque no te aguanto más —susurró el muchacho.
Durante
el camino la joven iba parloteando sobre diversas cosas mientras el
chico, de mala gana la seguía y escuchaba lo que ella decía.
— Aquí es —dijo ella entonces frente a un bloque de apartamentos.
— ¿Y por qué no entras?
La chica se sonrojó.
— Me dejé la llave dentro —empezó a reírse de forma nerviosa.
— ¿Cómo? ¿Y qué vas a hacer?
— Quizá podría subirme a tu espalda y llegaría al tercer piso.
— ¡Ya te he dicho que no soy un gigante!
La muchacha empezó a reír.
— Es divertido molestarte —bajó la mirada sonriendo tristemente—. Esperaré aquí hasta que alguno de mis vecinos abra la puerta.
El
chico la miró con detenimiento. Entonces se decidió y la agarró del
brazo. «No la dejaré aquí sola, no puedo hacerlo» pensó. Sentía que no
era capaz de abandonarla. Lo irritaba, eso era cierto, pero también se
sentía a gusto con ella de alguna forma. Ella lo miró sorprendida.
— ¿Eh?
— Quédate en mi casa —le dijo.
— ¿Qué?
— Sólo hasta que lleguen tus padres. Entonces, volverás a tu casa, pero mientras, quédate conmigo.
Él
tiró de su brazo, y Yumeko solamente se dejó llevar por él, agachando
la cabeza sin tener el valor de decirle que sus padres nunca volverían,
mientras que Rei presentía de alguna forma que ella iba a ser muy
importante para él en el futuro.
Segunda parte aquí.
Muy lindo :')
ResponderEliminarPrecioso :) y esto también me demuestra una teoria. Las relaciones que empiezan mal, pueden convertirse en un romance seguro xD by Marina
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